Días malos...(1ª Parte)

jueves, 15 de abril de 2010

Que días malos, tenemos todos está claro, bueno no…clarísimo.


Carla llevaba trabajando en el restaurante de su padre 15 años. Le gustaba su trabajo, es más, según ella decía podía hacerlo: “con los ojos cerrados y tapones en los oídos”. Pero ese sábado, tuvo que abrir bien los ojos…

Empezó el día, bueno, la tarde, quedándose dormida. La noche anterior salió “un rato” de fiesta con sus amigas y quién dice un rato, habla de la noche entera. No le dio tiempo ni a comer, se duchó, se vistió el uniforme de camarera y salió corriendo.

Corrió hasta la parada del autobús y por más que le gritó al conductor éste no paró. Refunfuñando se dirigió hacia el metro y sin dejar de correr, rezó esperando que al llegar su tren estuviera apuntito de llegar, pero no fue así y al final, llegó al restaurante sudorosa, despeinada, veinte minutos tarde y con la ropa completamente mojada, del chaparrón de agua que cayó justo después de que ella saliera del metro.

Suerte que tenía una camisa en su taquilla, pero la falda se la secó todo lo que pudo con el secador de manos del aseo de señoras.

El restaurante, tenía dos salones, dividos por unas escaleras, con una barandilla de madera y barrotes de forja, éstos decorados con unas preciosas flores de ese mismo material.

Primer plato: “Crema Vichisoise”.

Sirvió en sus mesas de la primera planta, tranquilamente, sin sobresaltos y siempre con una sonrisa en la cara.
La última mesa, estaba ocupada por un matrimonio de avanzada edad muy bien acompañados por sus nietos, los cuales tomaron la crema fría. Sirvió al abuelo, entonces observó como el anciano miraba al techo, con el ceño fruncido y una extraña mueca en la boca. Ella, intrigada, también miró hacia arriba, sin saber muy bien que ver.
Mientras ambos observaban, la señora muy educadamente le dijo a su esposo:
- Ha sido el pendiente de la camarera.
Carla, bajó la cabeza con una velocidad asombrosa, los ojos completamente abiertos y sorprendidos, encontraron rápidamente el pendiente de perla negra, flotando en la sopa de puerros…Se disculpó, cambiando el plato entre las carcajadas del buen señor, que finalmente hicieron que Carla sonriera...

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