Siempre fue su nombre (II)

domingo, 28 de febrero de 2010

Lo único que me queda ahora, es mirar por la ventanilla del autobús e intentar que las lágrimas no se asomen para ver el paisaje.


Ni siquiera lo pensé, simplemente, lo hice.

Lavé mi cabello cuidadosamente y acaricié mi piel con esa aromática crema. Me vestí, después de probarme casi todo el armario. Rocié en pequeños lugares de mi cuerpo el sabroso perfume que duerme en la estantería de mi habitación.

Con el teléfono de la mano, nerviosa por no saber si llamar, me dirigí a la estación, decidida a montar en el primer autobús que me llevara a esa ciudad que tanto odio, esa ciudad que me causa estrés con sólo oír su nombre, esa ciudad que te tiene a ti.

Sonreí al llegar pero mis ojos entristecieron al ver que no me esperabas.

Imaginé una tarde perfecta y una noche idílica y en un segundo todo se desvaneció.

Buscaste alguien para que me acompañara y caminé por la ciudad, respirando hondo, tratando de que mis palabras no fueran mudas, agradeciendo con cada gesto y con cada mirada su sincera compañía.

Y al anochecer, te encontré y tú, deseaste perderte conmigo.

A partir de ahora

miércoles, 24 de febrero de 2010

Lo siento… pero se acabó.

Supliqué mil veces, implorando perdón incluso por todo aquello que no había hecho.
Recliné mi cabeza, mirando al suelo, dejando así que la furia golpease con su viento mi cuerpo.
Derramé lágrimas, al ver que ninguno de mis esfuerzos por cambiar serían aceptados.
Callé, al escuchar palabras hirientes envueltas en lazos de cruel ironía.
Apreté mis manos fuertemente mientras postraba mis rodillas en el suelo pidiendo clemencia.
Y ahora, con mi cuerpo temblando y tendido en el suelo, dejo que mi corazón grite.

Ya no suplicaré derramando lágrimas, ni reclinaré mi cabeza mientras callo, a partir de ahora apretaré mis manos cuando grite: ¡se acabó!
(Nota para Mija:ésta podría ser una oración para tu V. del Agarradero)

Y yo me pregunto: ¿El tiempo nos vuelve mas fuertes...o no?

jueves, 18 de febrero de 2010
Eso de que el tiempo lo cura todo, no sé yo si es verdad.

Porque, no es el tiempo lo que hace que el dolor desaparezca, sino la falta de memoria.
La mejor cura es el olvido, o mejor, lo que nos enseña al saber que quizás algún día, nos volvamos inmunes a volver a sufrir por lo mismo.
Algunas veces, es bastante fácil olvidarte de lo que te ha sucedido, me refiero, a pequeños disgustos, decepciones y demás, incluso hasta algunos momentos divertidos, son rápidamente olvidados. Pero en otras ocasiones, es tal la sensación de ahogo, frustración y decepción, que se queda ahí, guardado en un rinconcito de nuestra memoria y por mucho que queramos somos incapaces de olvidarnos del dolor que nos provocó y el que todavía a nuestro pesar, tenemos. Y claro, como cada cierto tiempo, las situaciones se repitan, lo pequeño deja de ser tan pequeño y lo grande termina siendo descomunal.
Cada cual, mide su umbral en cuanto al dolor que puede soportar, algunas personas se derrumban rápido, ni siquiera les da tiempo a darse cuenta de que les pasa, otras, superan todo lo inexplicable y el día que creen van a estallar aguantan un poco más, sin percatarse de que algún día, todo, terminará por desplomarse.
También tenemos a los afortunados, aquellos que miran la vida de una forma diferente, que no rara, sino encantadoramente diferente; esas personas, a las que les gusta vivir su vida, sólo su vida, esas personas a las nada ni nadie les afecta, esas personas que siempre se levantan con una sonrisa y se acuestan sabiendo que al despertarse, volverán a reír.
Y yo, me pregunto, ¿Por qué?, ¿Por qué no podemos desechar aquello que nos hace daño?, ¿Por qué tenemos en un recuerdo presente, el dolor que nos causaron? Si aprendemos de los errores y de los aciertos, de las personas que nos rodean e incluso de nosotros mismos, ¿Por qué seguimos dando una oportunidad a todo lo que nos hace mal?, ¿Masoquismo? ¿Bondad? ¿Ó simplemente resignación?
Muchas veces decimos, “el tiempo todo lo cura”, ó, “lo que no te mata te hace más fuerte”, y la verdad , no sé si alguna de esas cosas será cierta, pero a veces funciona y si no es así, hacemos que funcionen esas frases, a mi entender inspiradas por el dolor y la locura. (Gracias por tu sabia locura Nietzsche).

Cada día, recuerdo y hago todavía más mía, la frase que le dije a mi amiga Evi: NO TE ARREPIENTAS DE LO HECHO, SOLO DE NO PODER OLVIDARLO.

Conversaciones de ascensor....(5ªparte)

jueves, 11 de febrero de 2010

19:17h

Y sé exactamente que era esa hora, porque nada mas salí del ascensor me llamaron por teléfono y pude ver el reloj.
Los ascensores grandes, sí, esos que parece que te succionan en cuanto arrancan para subir y al parar cuando llegan al piso pulsado, terminan de hacerte sentir esa sensación tan desagradable de mareo, supongo que sabéis de cuales os hablo; bien, pues servidora normalmente, cuando ve que hay uno de esos sube por las escaleras, muchos pisos han de ser, para que no lo haga, menos hoy, que aunque me lo he pensado por el dolor de cabeza que tenía, no he podido por más que resoplar e ir derechita al ascensor, ya que mis piernas temblaban diciendo: “que sí, para dentro” y claro o me bajaba del taconazo o le decía a mi dolor de cabeza que sólo eran dos pisos…
Bueno, ya dentro del ascensor y esperando que se cerraran las puertas (una eternidad), una señora, ya de avanzada edad entró en el ascensor.
Muy sonrientes ambas nos hemos dado las buenas tardes y sin dejar de sonreír, nos hemos apoyado en la pared del ascensor.
Muy corta ha sido la conversación y he de decir, que todavía sonrío al recordarla.
En las palabras y en la voz de la anciana, estaban escondidas una nostalgia y una ternura que han hecho, en cierta forma, me emocionara y me ha hecho pensar, algo, en lo que todos nosotros siempre pensamos, pero creemos que está muy lejano y lamentablemente, no es así.
“-¡Ay!, que bonita la juventud, ¡quien pudiera volver a tu edad!”
Sonreí y no pude por más que decirle que todas las edades son “bonitas”, que todas tienen su encanto, ¡cómo si eso fuera a consolarla en algo a la buena mujer!, pero eso sí, no dejó de sonreírme ni un sólo instante y ni si quiera me enteré del mareo que me producen esos ascensores.
Ésta es la última, sólo decir que ha sido la más agradable y la más “bonita”, conversación de ascensor.



Quién sabe…puede que no deje de subir en ascensor….